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Golpe de estado a la confianza
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Por Alberto Javier Mazza / Seguramente muchos de nosotros en algún momento hemos experimentado ese sueño incómodo: estar desnudos frente a luna multitud en medio de la calle. En algunos casos genera preocupación, desprotección, temor, exposición total, pues la desnudez se asocia a mostrar una cosa tal cual es. Y de golpe despertamos sobresaltados.
Así ha quedado el Uruguay de hoy con sus instituciones, despertando abruptamente, desnudo, desamparado, poco confiable, desvalorado, manchado.
Quizá alguno considere que esta afirmación es demasiado extrema, y hasta haciendo gárgaras con la palabra democracia (así con minúscula) diga que es falaz, pero sin embargo otros puedan coincidir que barrer bajo la alfombra, negar la realidad y no asumirla es lo peor que nos puede estar sucediendo.
El denominado caso Astesiano, el perejil de la Presidencia de la Repùblica, que está involucrado en casos de corrupción, en lugar de provocar que los verdaderos responsables de una trama con ribetes insospechados estén desfilando por los juzgados, hace que tambalee una fiscal que no quiere saber nada desde hace tiempo con el caso porque ha sido presionada; que la Justicia y la Policía se vuelva sospechada; mientras que los partidos políticos hacen su juego cual equilibrista sobre una montaña a punto de caer.
¿Acaso no se han tejido sospechas sobre el entorno de la Presidencia de la República, sobre la cúpula policial, y recientemente sobre actores políticos hasta de la oposición partidaria al gobierno?.
Se pierde y esfuma la confianza en todos ellos.
Salidas mediáticas con tibias metáforas, pueden dibijar un difuso el paisaje para que no comprendamos que la realidad es la que es, y como no tenemos tiempo para esas cosas, podemos transformarnos en claques de este nefasto espectáculo.
Seguramente los ciudadanos alejados de estos ámbitos exclusivos han sobrevalorado el rol de nuestros representantes partidarios, y además de la confianza en el voto les hemos dado un salvoconducto para actuar libre e impunemente.
Es una hora delicada, aunque algunos traten de minimizarla, pero como siempre se está a tiempo.
Que la justicia sea libre y lo más justa posible a sabiendas que la administran seres humanos, sin presiones e igualitaria en su acceso; que la Policía cumpla con su rol y los partidos políticos comiencen a pasar el cernidor para dejar fuera elementos que dañan la convivencia; políticos y gobernantes no son víctimas, las víctimas son quienes no acceden en igualdad de condiciones a lo que se considere justo dentro del bien común.
Como suele decirse, uno se va volciendo viejo y quiere creer que siempre se está a tiempo de mejorar, aunque lo hayan tirado al piso más de una vez.